Tomarse un vaso de leche para desayunar, merendar un bocadillo, disfrutar de una refrescante pieza de sandía o endulzar un café, en apariencia acciones habituales que para muchas personas se han convertido en un auténtico infierno.
La intolerancia a la lactosa, al gluten, a la fructosa o la sacarosa son cada vez más frecuentes en la sociedad. A día de hoy hay más de 500.000 españoles celiacos, una enfermedad cinco veces más común que hace 50 años. ¿Pirámide nutricional? ¿Productos ecológicos? ¿Dieta mediterránea? Nada de esto incumbe a una gran parte de la población, que ve cómo su día a día está supeditado a la imposibilidad de ingerir determinados productos.
Aunque hoy en día es fácil acceder a leche sin lactosa o al pan sin gluten, la alimentación de estas personas no es nada fácil y mucho menos rentable para el bolsillo. Un kilo de harina de trigo en el mercado puede rondar ahora mismo los 0,60 céntimos de euro, mientras que la misma cantidad de harina sin gluten alcanza los 5 euros, el mismo precio que rondaría un kilo de pasta apta para celiacos.
Pese a las inconveniencias económicas, sí es cierto que los avances en investigación química y genética permiten crear alimentos hasta ahora inimaginables, las técnicas en la cocina son cada día más innovadoras e incluso cada día aparecen nuevos ingredientes desconocidos o se revalorizan otros sólo cultivados hasta ahora en específicos lugares del globo. Por ejemplo, en España este año se ha introducido la producción de Quinoa, un grano altamente consumido en América del Sur durante más de 3.000 años, pero que sólo ha empezado a ganar popularidad de un tiempo a esta parte en Europa y Estados Unidos. La demanda va en aumento debido a su riqueza, pero todavía queda mucho camino por recorrer. La innovación alimentaria tiene un amplio horizonte en el que trabajar, entre otras cosas porque a día de hoy hay un conjunto de personas muy interesadas en esta evolución. Una tendencia imparable que nos afecta a todos los consumidores y en la que todos somos parte interesada.
¿Están preparadas las pequeñas empresas tradicionales del sector para esta transformación? ¡Desde Orizont les planteamos un gran reto en el que cuentan con todo nuestro apoyo!