“Si la agricultura se propone alimentar el mundo, necesita parecerse más a la industria”, afirma el economista Geoffrey Carr. Afortunadamente, esto ya está empezando a suceder.
Un buen ejemplo son los agricultores de almendras del condado de Madera en el valle central de California. Las almendras son deliciosas y nutritivas. También son lucrativas. Los granjeros californianos, los cuales producen un 80% del total mundial de estos frutos secos, ganan 11.000 millones de euros de esta manera. Sin embargo, las almendras consumen gran cantidad de agua. Un estudio llevado a cabo por dos investigadores holandeses hace 6 años sugirió que hacer crecer una sola de ellas consume alrededor de 3,8 litros. Y este agua se debe pagar para ello.
La tecnología, sin embargo, ayuda a estos agricultores a reducir costes. Sus granjas están conectadas de manera inalámbrica. Detectores de humedad alrededor de cada una de las plantas monitorizan lo que ocurre en el suelo. Envían sus observaciones a un ordenador en la nube para ser analizados y, dependiendo de las necesidades de la planta, el sistema de riego de la granja resuelve dichas carencias.
Este sistema de regadío se asemeja al cultivo hidropónico utilizado en invernaderos. Cada media hora, una cantidad de agua calibrada, basada en los cálculos realizados por el servidor en la nube, y mezclada con la cantidad apropiada de fertilizante cae sobre cada planta. Este goteo se va depositando en las dos partes del tronco de la planta, ya que la experiencia ha demostrado que la absorción es mejor. Antes de que este sistema estuviese disponible, se habría regado al menos una vez a la semana. Con esta nueva técnica, se utiliza un 20% menos de agua de lo que se solía utilizar. Esto supone ahorro de dinero y de agua.
A este tipo de granjas y a algunas similares que cultivan otros frutos como pistachos, nueces y uvas se les conoce como “granjas inteligentes”. Pero no solo los agricultores de frutos secos son los que se aprovechan de estos beneficios. Las plantaciones en fila, como el maíz y la soja, que cubren gran cantidad del oeste central de América, también están utilizando este tipo de técnica. Siembra, riego, fertilización y cosecha están ofimáticamente controladas. Incluso el suelo en el que crecen es monitorizado.
Las granjas están pareciéndose cada vez más a fábricas: operaciones fuertemente controladas para conseguir productos fiables, inmunes todo lo posible a los caprichos de la naturaleza.