El agua es un elemento imprescindible en nuestras vidas, necesario para la supervivencia tanto del hombre como del ecosistema. También esencial para la producción agrícola y la seguridad alimentaria. Al tratarse de un recurso natural, el cambio climático y nuestros hábitos de vida están haciendo que las reservas de agua estén disminuyendo a un ritmo alarmante. Debemos tener en cuenta que tan solo el 2,5% del agua presente en la tierra es dulce. De esta, más del 2% se concentra en glaciares, por lo que el agua apta para el consumo es una mínima parte.
Una proporción importante del consumo hídrico se realiza en la producción de los alimentos. Como indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se necesitan entre 2000 y 5000 litros de agua para producir los alimentos consumidos por una persona en un día. Y teniendo en cuenta que la población mundial alcanzará los diez mil millones de personas en 2050, se espera que la demanda de alimentos aumente un 50%, con el consiguiente incremento de necesidad de agua.
Para conseguir atender esta demanda, actualmente se están investigando nuevas maneras de conseguir esta agua dulce. Trasvases de zonas con mayor cantidad de esta y desalación son la principal fuente de suministro a zonas que cuentan con ella. Hoy en día, cualquiera de estas dos técnicas genera un impacto social, económico y medioambiental que no deja indiferente a nadie.
La falta de agua, un problema de todos
En Europa, el sector agrícola consume un tercio de las reservas de agua, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). Si a esto sumamos el incremento de la demanda de usos particulares por nuestro estilo de vida y el descenso de precipitaciones por el cambio climático, es probable que, en un futuro, encontremos dificultades para satisfacer las necesidades hídricas en todos los ámbitos, incluida la agricultura. Y que los ecosistemas hidrodependientes sufran la falta de agua no solo es perjudicial para ellos, que pueden sufrir daños irreversibles, sino que nos llegará a afectar a todos. En especial en España, las previsiones no son muy alentadoras, ya que se ha incluido a nuestro país como uno de los más castigados por el déficit hídrico para el año 2040.
Por este motivo, son esenciales unas prácticas correctas, acompañadas de unas políticas que las apoyen, para conseguir importantes mejoras en la eficiencia hídrica de la agricultura.
Sin embargo, el mayor problema es en las zonas semiáridas. Aquí es donde se concentra la mayor cantidad de producción, ya que cuenta con unas condiciones climáticas de más de 300 días al año de sol. La falta de agua ha hecho que el avance tecnológico en el ámbito del regadío haya sido exponencial, con el fin de aprovechar hasta el ultimo recurso disponible.
No obstante, sigue siendo insuficiente. La necesidad de nuevas investigaciones para conseguir agua es abrumadora, ya que de esta dependen no solo millones de puestos de trabajo, sino economías sustentadas en ella y el poder abastecer a la población mundial de alimentos. La investigación para la obtención de agua no es crearla como tal, sino mejorar las técnicas actuales hacia otras más rentables, económicas y medioambientalmente, propiciando una economía circular total.
Uso racional del agua en el cultivo de alimentos
Entonces, ¿qué medidas se pueden aplicar en la agricultura para evitar la escasez de agua? La AEMA propone algunas pautas de actuación:
1.- Irrigación eficiente. En los países de condiciones áridas y semiáridas (como los del sur de Europa y Francia meridional), la irrigación puede suponer un altísimo porcentaje (hasta un 80%) del consumo de agua para la agricultura. Sin embargo, este consumo puede no ser tan elevado con mejoras como las siguientes:
– Mejorar la red de transporte de agua, para que llegue mayor cantidad al campo
– Aplicación hídrica eficiente en la agricultura
– Tarificación del agua de tal forma que favorezca a los usuarios eficientes
– Eliminación de subvenciones agrícolas desfavorables
Como ejemplo real de la efectividad de este tipo de medidas, encontramos el caso de Grecia, donde, como indica la AEMA, “se estima que la mejora de la eficiencia de las redes de transporte y distribución del agua ha permitido incrementar en un 95% la eficiencia hídrica respecto a los métodos de irrigación utilizados anteriormente”.
2.- Nuevas praxis:
– Programas de formación e intercambio de conocimientos
– Utilización de fertilizantes y plaguicidas inorgánicos y orgánicos para evitar contaminación del agua provocada por la agricultura
– Modificación de la rotación de cultivos
– Franjas de contención a lo largo de los cursos fluviales
3.- Usos de aguas residuales depuradas para la agricultura
4.- Políticas favorables al uso eficiente de los recursos hídricos
La escasez de agua, un reto para la FAO
Asimismo, la FAO también apunta algunas otras medidas importantes para luchar contra la escasez del agua en la agricultura:
– Elección de cultivos, ya que, dependiendo del producto, puede variar considerablemente la cantidad de agua que necesitan.
– Reutilizar el agua dulce.
– Reducir el desperdicio de alimentos, en los que se ha invertido cantidades de agua que también se pierden. “Cada año, un tercio de la producción mundial de alimentos se pierde o desperdicia, lo que se traduce en un volumen de agua usada en la agricultura totalmente desperdiciada, lo que equivale a tres veces el volumen del lago de Ginebra”. Al tirar un alimento, desperdiciamos los recursos que se utilizaron para hacerlo.
Básicamente, el objetivo es “asegurar que el uso del agua en la agricultura se haga de forma más eficiente, productiva, equitativa y respetuosa del medio ambiente. Se trata de producir más alimentos utilizando menos agua, aumentar la resiliencia de las comunidades agrícolas para hacer frente a las inundaciones y las sequías, y la aplicación de tecnologías limpias que protejan el medio ambiente”.
Es indiscutible que el agua es un factor esencial para la agricultura y para el desarrollo sostenible. Por eso es necesario actuar y tomar las medidas oportunas para garantizar la conservación de este recurso para futuras generaciones.
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